Mantilla de fallera
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, las mujeres valencianas lucían mantillas de media luna, confeccionadas principalmente en bayeta (lana muy fina) de su color natural. Estas mantillas, de forma semicircular, las utilizaban las mujeres de forma habitual para salir a la calle.
Con el paso del tiempo se utilizaron tejidos más ligeros, como el madras o la muselina, permitiendo mayor ligereza y transparencia a la mantilla. Otro tipo de mantillas en ese momento eran mantillas de toalla, de forma rectangular, y dengues, mantillas con puntas estrechas y centros anchos, adornadas con puntillas o bordados de cadeneta e incluso lentejuelas para ocasiones especiales.
A mediados del siglo XIX, el negro comenzó a ganar popularidad y las mantillas de raso con cintas de terciopelo y tufa en el centro adquirieron popularidad.
Estas mantillas coexistieron con los ternos, compuestos por tres piezas: centro, puntilla y cuadrante que cubría el rostro. Podían ser de tela bordada o totalmente de encaje, mostrando la riqueza y el refinamiento de la época.
Entrando en el siglo XX, nos encontramos con las mantillas rectangulares de encaje que utilizaron las manola, que han perdurado hasta nuestros días, conviviendo con diseños más modernos pero sin perder su encanto atemporal.
